Friday, February 15, 2008

La historia de Ernestine Kodim

por Mabel Ramón

Lo que voy a contar a continuación ocurrió en Viena, Austria, mi lugar de residencia desde 1976.



Hace unos años compré en un anticuario un banco de cocina de los que tienen debajo del asiento un pequeño baúl para guardar cosas. Este era un mueble muy común en las cocinas antiguas de la Europa de la postguerra, pues las viviendas eran muy pequeñas y se aprovechaba el espacio de asiento como almacén.

Cuando abrí el baul para limpiar mi nueva adquisición, me encontré con una caja llena de fotos, un paquete de cartas y otros artículos personales. La mayoría de los chicos de las fotos llevaban el uniforme del ejército alemán y las cartas estaban en sobres con estampillas con la cara de Hitler o sellos postales con textos como "la precaución es la mejor defensa de la patria" y "correo del frente". Había también varios diseños de moda dibujados a mano, un título de una Maestría de Alta Costura a nombre de Ernestine Kodim, dos placas publicitarias antiguas con el nombre y el logo de un taller de costura y varios mapas de las cercanías de Viena, con una leyenda que dice que son de la provincia de "Ostmark", (ese fue el nombre que le dieron a Austria durante el tiempo en que fue una provincia del Tercer Reich).

Como a mí me encanta el trabajo de investigación, me puse a leer las cartas y a organizar las fotos de acuerdo con las historias que contaban. Con ello pude deducir lo siguiente:
- El nombre de soltera de Ernestine era Kodim, ya que sus documentos más antiguos estaban expedidos a ese nombre.
- Ernestine se casó por primera vez
con Heinz Hofbauer, luego tuvo un novio llamado Gustav y finalmente se volvió a casar con un tal Roman Hacker.
- Ernestine estudió dise
ño de modas y tenía mucho talento para el dibujo. Sus diseños y dibujos cuelgan enmarcadas en la pared de mi sala.

Las mayoría de las fotos capturan escenas de soldados bromeando, tirados en el suelo exhaustos, bebiendo cerveza, bailando; unas veces sin camisa y sucios, otras con el uniforme limpio y de pié todos en línea; subidos en un tren despidiéndose por la ventana; posando con gente de la población civil vestida de forma exótica como campesinos de países orientales (¿Yugoslavia?, ¿Rusia?).

Sé que Ernestine y Heinz se casaron, porque las cartas del frente más antiguas van dirigidas a Ernestine Hofbauer y además hay una foto que obviamente es de una boda. En la foto están, ante la fachada de un edificio con un cartel donde se lee „Juez de Paz“, un soldado rubio y guapo en uniforme, cogido del brazo de una chica de cabello oscuro con un ramo de flores en la mano. Heinz debió morir en el frente poco después, ya que lamentablemente también hay una foto de una cruz rudimentaria de madera con un casco de soldado puesto encima y escrito a mano está el nombre de Heinz Hofbauer. Además, las cartas firmadas con "tu amado Heinz" terminan en octubre de 1944. ¡Pobre, murió menos de un año antes de que terminara la guerra, en la flor de su juventud! (Alemania se rindió en mayo de 1945.)

En la mayoría de las fotos el personaje central es el chico rubio y guapo con uniforme, que asumimos es Heinz, pero en algún momento cambian las fotos y empieza a haber más monumentos (que yo no he podido identificar, pero que tienen estilo escandinavo) y el protagonista es un soldado de pelo oscuro, también muy guapo. A juzgar por sus dibujos y sus novios, Ernestine tenía mucho sentido de la estética. 
Las cartas del frente también cambian y entonces las firma un tal Gustav, que supongo será el chico moreno. Esas cartas están fechadas a partir de 1944 y enviadas desde Dinamarca, sin mencionar la ciudad. Supongo que, por razones de estrategia militar, los soldados no podían especificar dónde estaban... ¡o a lo mejor ni siquiera lo sabían!). Sospecho que el pobre Gustav también habrá muerto en la guerra, pues el marido del matrimonio posterior se llamaba Roman.

En los años de postguerra Ernestine terminó sus estudios de diseño y alta costura en la Academia de Nuevas Profesiones (tengo su título) y puso un taller de costura en el distrito XV de Viena (tengo los carteles publicitarios y los libros de contabilidad). El taller lleva otra vez el nombre de Ernestine Kodim, así que podemos suponer que para ese entonces ya era viuda y por eso volvió a usar su nombre de soltera.

El segundo matrimonio tiene lugar en noviembre de 1962 con Roman Hacker. De esa boda no tengo fotos, pero tengo las tarjetas de felicitación que recibió de varias amistades. Por lo visto Ernestine guardó luto por Heinz por 18 años y decidió volverse a casar mucho después de que terminara la guerra.

Yo no conocí nunca a Ernestine, pero leyendo sus cartas y mirando sus fotos me hice su amiga y le aparté un pequeño lugar en mi corazón, cosa que no hicieron sus descendientes, que tuvieron la frialdad de deshacerse de todos los recuerdos de su antepasada al venderle el banco al anticuario. O quizás Ernestina no tuvo hijos y por eso los sobrinos o sobrinos-nietos no tuvieron ningún interés en recordarla. Su historia me puso triste y me indujo a pensar que la mayoría de los seres humanos pasamos por este mundo sin dejar huella. Todos nos sentimos muy importantes mientras vivimos, pero ya ven, Ernestine, Heinz, Gustav y Roman no dejaron huella. Sólo una casualidad hizo que alguien los recordara.

En el año 2006 me descubrieron un tumor cerebral que afortunadamente era benigno y pudo ser extirpado por completo, por lo que hoy supuestamente estoy curada. He tenido la suerte de sobrevivir a esa tragedia. Pues bien, la noche del día en que me dieron el diagnóstico de que tenía un tumor cerebral, no pude dormir pensando en la proximidad de la muerte. Mi vida entera pasaba por mi mente como una película. Después de pensar en mis hermanos, mis padres, mis amigos y demás seres queridos, pensé en Ernestine. Hablando con ella en mi delirio, como si hablara con un fantasma, le pregunté qué se sentía cuando uno se muere sin que nadie te recuerde. Me imaginé a mis parientes metiendo mis fotos, mis documentos y las cartas de amigos y familiares - que yo también acostumbro a guardar - en el banco de cocina donde una vez estuvieron los recuerdos de Ernestine y pensé: „¡a lo mejor tengo la suerte de que alguien compre el banco en un anticuario y el recuerdo de mi existencia perdure un tiempito más!“

Y para concluir la historia con un final feliz, aquí va el epílogo:

En Noviembre del 2007 fui a la Feria del Libro en Viena y me metí por casualidad en un salón donde estaban presentando un libro sobre la participación de Austria en la Segunda Guerra Mundial. Me iba a salir pues pensé: "¡otro libro más sobre el tema del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial!", pero me detuve al darme cuenta de que ese libro era diferente...

Resulta que un joven profesor de historia de un colegio austríaco - su nombre es Ewald Crha - frustrado por la dificultad de explicar el periodo histórico de la Segunda Guerra Mundial a los descendientes de los que la iniciaron, decidió publicar un libro con fotos y cartas personales de personas que vivieron durante esa época, es decir, los abuelos, bisabuelos y tatarabuelos de sus alumnos. Para demostrarle a esos niños que fue gente NORMAL la que idolatró a un enfermo mental como Hitler, no eligió las fotos que todos hemos visto de altos funcionarios nazis como Göbbels, Himmler o Bohrmann, sino las fotos de chicos y chicas normales y corrientes en circunstancias normales y corrientes. Las escenas de sus fotos son de muchachos en uniforme bailando, tocando guitarra, brindando, parejas casándose, chicas con bebés en brazos, gente despidiendo a soldados en la estación de tren, mujeres cocinando, etc. etc.

Al terminar la presentación, me acerqué al autor y le conté de mi material sobre Ernestine y le ofrecí regalárselo si él le podía dar mejor uso que yo, que al fin y al cabo sólo lo tengo guardado en una caja acumulando polvo. El joven escritor se alegró muchísimo de mi oferta y me dijo que estaba escribiendo otro libro y que además en la ciudad donde el vive, la alcaldía ha hecho un museo con la colección de fotos y cartas que él utilizó para su primer libro.

Una semana más tarde Ewald Crha vino a mi casa a tomarse un café y recoger el material de Ernestine, que ahora está expuesto en un museo donde los jóvenes austríacos puedes verse confrontados con su historia y quizás aprender algo de ella. Así pues, mis amigos Ernestine, Heinz, Gustav y Roman van a pasar a la posteridad y su vida ahora ha cobrado sentido. ¡Qué Dios los tenga en su gloria y qué en paz descansen!